Sanar los vínculos familiares
Cuando los progenitores están enfrentados —separados, divorciados o en conflicto— y no se respetan, los hijos tienden a posicionarse, a estar a favor de uno y rechazar al otro. Para un hijo o una hija es muy difícil no tomar partido cuando sus padres tienen conflictos y trasmiten al menor una imagen negativa del otro.
Cuando la madre o el padre se victimiza y cuenta a los hijos lo desgraciada que es por culpa de su marido o su esposa, está buscando que los hijos tomen partido. En lugar de responsabilizarse y buscar la ayuda adecuada en un adulto, busca el consuelo, la lealtad y la solidaridad del hijo o la hija.
¿Qué puede hacer el hijo o la hija ante el drama de su madre o de su padre? Por amor a la madre o al padre tomará partido. Empezará a ver a un progenitor como la víctima y al otro como el culpable. El problema es que el supuesto culpable, «el malo», también es su progenitor, y la imagen negativa que interioriza del progenitor «malo» provocará que su corazón se cierre. ¿Cómo puedes amar a tu padre cuando tu madre sufre por su culpa? ¿Cómo puedes tener el corazón abierto a tu madre cuando ha traicionado a tu padre?
Cuando el hijo o la hija toma partido y rechaza a un progenitor
Al tomar partido por un progenitor, por lealtad a uno cierra el corazón al otro. A partir de ese momento el menor vive partido. En su corazón solamente cabe un progenitor, el otro es rechazado. Cuando los padres se aman y se respetan, en el corazón del hijo/a conviven armónicamente los dos; pero cuando hay una víctima y un perpetrador, el hijo excluye al «malo».
Independientemente de las diferencias y los conflictos que puedan tener sus padres, el hijo necesita a ambos progenitores, porque la mitad de su ser proviene de su padre y la otra mitad de su madre. Tener que tomar partido entre mamá y papá es como tener que desprenderse de la pierna derecha o de la pierna izquierda. Es una locura, cualquier opción es mala, porque al desprenderse de una pierna queda mutilado y su vida será mucho más difícil. Caminar con una sola pierna no es imposible, puedes buscarte apoyos o utilizar una prótesis, pero nunca será lo mismo que caminar con dos piernas.
Cuando un hijo toma partido, por amor a un progenitor «se corta una pierna». Juzgar y rechazar a un progenitor siempre es traumático, aunque en un principio el menor no sea consciente de ello; al contrario, tal vez sienta que su padre es tan malo que no merece su amor, merece ser rechazado. Pero, independientemente de las desavenencias matrimoniales, cerrar el corazón a su padre o a su madre tendrá graves consecuencias para su vida.
Ningún niño, ninguna niña, cierra voluntariamente el corazón a un progenitor
Ningún niño, ninguna niña, cierra voluntariamente el corazón a un progenitor, siempre es fruto de la lealtad al otro progenitor. Cuando la madre se victimiza, el hijo se identifica con ella y ve al padre a través de los ojos de la madre. No ve realmente al padre, simplemente interioriza la imagen negativa que le transmite la madre. Si la madre le transmite que su padre es una mala persona, el hijo se identificará con esa visión y lo rechazará. Y lo mismo sucede si el padre juzga y culpabiliza a su esposa frente a los hijos.
La imagen que los hijos interiorizan de sus progenitores es la consecuencia del amor o el desamor que se profesan: cuando los padres, a pesar de las circunstancias, se aman y se respetan, los hijos interiorizan una buena imagen de sus padres; si las desavenencias llevan a una dinámica de víctima y perpetrador, el hijo/a idealiza y se solidariza con el «bueno», y demoniza y rechaza al «malo».
Cuando los progenitores utilizan a los hijos para desahogarse y desacreditarse mutuamente
Solamente hay un escenario peor que un progenitor se victimice ante un hijo: que ambos progenitores se victimicen. Por ejemplo, cuando la madre y el padre utilizan al hijo o a la hija para desahogarse y desacreditarse mutuamente; o cuando ambos se lamentan de lo desgraciados que son por culpa del otro y le cuentan al menor, con todo lujo de detalles, las desavenencias, las traiciones, las frustraciones y los problemas matrimoniales.
Cuando hay una lucha de poder en la que ambos progenitores intentan desacreditar al otro, utilizar a los hijos es un arma de guerra. La madre, para conseguir la solidaridad del hijo/a, se victimiza y transmite una imagen negativa del padre; el padre, para conseguir la lealtad del hijo/a, hace lo mismo.
Lamentablemente es muy común. Muchos padres, en lugar de proteger a sus hijos, los utilizan en su guerra personal. En lugar de responsabilizarse, buscar ayuda externa y mantener a los hijos al margen, los involucran en su drama. ¿Qué consiguen con ello? Aferrarse al rol de víctima («yo soy el bueno, el otro es el malo»), no asumir su corresponsabilidad en los conflictos de la relación de pareja y castigar al cónyugue poniendo a los hijos en su contra.
Muchos problemas entre padres e hijos son secuelas de la guerra entre sus padres
Muchos problemas entre padres e hijos son secuelas de la guerra entre de sus padres. Lo veo cada día en la consulta y en los seminarios. Los hijos de padres que han estado en guerra, o bien han tomado partido por un progenitor y cerrado el corazón al otro, o para protegerse de la manipulación de sus progenitores han tenido que cerrar su corazón a ambos.
¿Qué sucede cuando un hijo o una hija toma partido? Cuando eso sucede, no es tan simple como parece. Aparentemente por amor a uno rechaza al otro. Pero eso es solamente la punta del iceberg; además de una parte visible hay otra oculta. Si el hijo ha tomado partido por la madre y rechaza al padre, será leal al padre inconscientemente. ¿Cómo? Pareciéndose a él, siguiendo su destino, reproduciendo un patrón, adoptando inconscientemente aquello que rechaza de él.
Las consecuencias de rechazar a un progenitor
Durante su infancia, Fernando veía constantemente pelearse a sus padres. Su padre era un hombre muy culto y carismático, pero todos los proyectos profesionales que emprendió fracasaron. Después de varios negocios fallidos decidió dejar de trabajar y dedicarse a vivir. Se convirtió en un mantenido de su esposa. Hasta que su mujer decidió divorciarse de él.
Fernando tomó partido por su madre y dejó de ver a su padre. Siempre ha juzgado mucho a su padre por ser un vividor y no ganar dinero para la familia... Después de acabar la carrera y trabajar brevemente para una multinacional decidió dejarlo para crear su propia empresa. Fernando, al igual que su padre, es un hombre muy inteligente y carismático, pero cada proyecto que ha intentado desarrollar ha fracasado. Siempre falla algo: cuando no es el socio es la patente, se le ha adelantado un competidor o no consigue la financiación necesaria. Ningún proyecto sale adelante.
Cuando me vino a ver me confesó que su autoestima estaba por los suelos, que se sentía muy mal porque su mujer tenía una vida profesional y él no. Todos sus proyectos profesionales habían fracasado y había perdido la confianza de volver a intentarlo.
Después de trabajar un tiempo con él se dio cuenta de algo muy significativo: su forma de conectar con su padre era fracasar profesionalmente, como su padre. Al haber rechazado y renegado siempre de él, la única forma que tenía de sentirse cerca de su padre era ser como él. En cierto modo, fracasar profesionalmente era su forma secreta de amarlo. En la superficie, Fernando era leal a su madre —había tomado partido por su madre—, pero en lo más profundo era leal a su padre.
Recrear el sufrimiento, el desamor o el fracaso del progenitor excluido
Cuando tomamos partido por un progenitor, cuando por amor a uno cerramos el corazón al otro, la única forma que tenemos de amar, de sentirnos cerca del progenitor que rechazamos, es siendo como él o como ella, reproduciendo su dolor, haciendo propio su destino.
Gloria siempre se ha llevado mal con su madre, porque de niña le culpabilizó por la separación de sus padres. No le perdonó que engañara a su padre con otro hombre y le dejara. Por amor a su padre, desde pequeña, rechazó a su madre. Siempre la ha juzgado por ser muy inestable emocionalmente y tener malas relaciones de pareja.
Cuando me vino a ver estaba deprimida, acababa de separarse de su enésima pareja. Una tras otra sus relaciones de pareja habían sido un desastre. Aunque ella hacía todo lo posible para que la relación funcionase, antes o después aparecía una tercera persona que interfería. La última relación fue muy complicada, porque la persona que supuestamente tenía que ayudarle —su psicólogo— se enamoró de ella. Y tuvieron una aventura que destruyó su relación de pareja y la terapia.
Cuando me vino a ver se sentía muy mal consigo misma, porque según ella lo había hecho todo mal. Después de varias sesiones descubrió que cada vez que fracasaba en sus relaciones de pareja se sentía muy cerca de su madre: infiel, inestable emocionalmente e incapaz de crear una relación de pareja normal. Nada le hacía sentirse más cerca de su madre que sus fracasos amorosos. De alguna forma, fracasar en la relación de pareja le conectaba con su madre.
Amor consciente o amor ciego
No existe la libertad de no amar a tus padres: o los amas conscientemente a través del corazón o los amarás inconscientemente. Si los rechazas –si no tienes a tu madre y a tu padre en tu corazón– los buscarás de formas muy limitantes y dolorosas. Atraerás o generarás situaciones para sentirte cerca de aquel que rechazas. Sin darte cuenta amarás a tu progenitor a través del dolor, la carencia o el autosabotaje, en lugar de amarlo a través del corazón.
Tomar partido entre la madre o el padre es un movimiento doloroso y el origen de muchos problemas. Por eso, también estás resentido/a con el progenitor que elegiste, porque por lealtad a él o a ella hiciste un gran sacrificio. Y has pagado un precio muy alto por ello: has crecido sin la conexión y la nutrición que necesitabas de tu padre o de tu madre, y esa circunstancia, además del dolor y las carencias que te generado, ha provocado que tengas malas relaciones de pareja.
Reparar los vínculos familiares para reconducir nuestra vida
¿Cómo deshacer este contrato emocional? ¿Cómo dejar de tomar partido? ¿Es posible no tomar partido entre mamá y papá? Sí, por supuesto que es posible, aunque hayas vivido treinta años defendiendo a uno y rechazando al otro. Si eres capaz de ver el inmenso dolor que ha supuesto tomar partido, no es difícil reconducir la situación.
Sé simplemente el hijo, la hija. Deja de juzgar a tu padre y a tu madre. Tú no eres quien para juzgarlos. ¿Quién eres tú para evaluar y juzgar la relación entre tus padres? Una relación de pareja es un asunto privado entre dos personas, un encuentro muy complejo entre dos seres humanos distintos en el que cada parte está condicionada y limitada por unas heridas antiguas y unas lealtades familiares. No se puede simplificar y reducir el matrimonio a un evento donde hay un bueno y un malo. Ambos son responsables del destino de su relación.
En la pareja ambas partes son cocreadoras y responsables del destino de la relación
Lo único que podemos decir a ciencia cierta es que se eligieron mutuamente: tu madre eligió a tu padre y tu padre a tu madre. Cuando dos personas se eligen para emparejarse, el resultado de la relación —el éxito y el fracaso, la alegría y el dolor, los hijos y el tiempo compartido— es responsabilidad de ambos: cincuenta por ciento cada uno. No hay uno que tiene el noventa por ciento de la responsabilidad y el otro el diez por ciento. Una relación de pareja se construye entre dos. En una relación entre iguales, ambos son responsables por igual. Ambos, a través de la relación, tienen que enfrentarse a unos retos y a un aprendizaje.
Cuando culpabilizamos a uno y el otro es una pobre víctima, no estamos viendo la realidad en toda su amplitud. Es como decir que Caperucita se encontró con el lobo o que Pulgarcito cayó en las garras de la bruja. Es absurdo. Tu madre no es Caperucita ni tu padre Pulgarcito. Ambos eran personas adultas. Tal vez eran muy jóvenes, estaban heridos y eran muy inconscientes, pero ello no les exime de su responsabilidad y del aprendizaje correspondiente.
En todo caso, lo importante para ti es ser simplemente el hijo, la hija, y no atribuirte el derecho a juzgar lo que no te corresponde. En el momento que dejas de tomar partido —de juzgar— y eres simplemente el hijo, te das cuenta de que amas a los dos, porque eres hijo/a de los dos y necesitas tener a ambos en tu corazón. No hay necesidad de elegir, los dos caben en tu corazón. Cuando por fin tu madre y tu padre tienen el lugar que merecen en tu corazón, estás en paz, tu niño/a interior se relaja, ya no tiene que elegir entre mamá y papá.
Extracto del libro: 'Sanar el corazón'.
Despertar el maestro interior
y sanar las heridas emocionales.
Ketan Raventós Klein
- Ediciones Gaia -