La necesidad de conocernos profundamente
para poder sanar nuestras heridas emocionales
La mayoría de los seres humanos albergamos una dualidad interna. Una parte de nuestro ser anhela buscar la verdad, ser auténticos, abrirnos a lo desconocido, amar apasionadamente, liberarnos de todo aquello que nos encadena o nos aprisiona, que nos impide ser lo que somos, confiar, volar y vivir de acuerdo a nuestro corazón. Mientras, otra parte de nuestro ser es insegura, desconfiada y temerosa. Quiere seguridad, tener todo bajo control. Evitar la incertidumbre, el conflicto y la desaprobación, sentirnos juzgados y rechazados. En definitiva, esa parte de nuestro ser quiere evitar el sufrimiento, sentir miedo y dolor. ¿Te resulta familiar?
No te voy a pedir que te obligues a sentir valor y confianza cuando sientas temor o inseguridad. No se trata de intentar eliminar, inútilmente, el miedo de nuestra vida. Sentir miedo es natural. En lugar de generar un conflicto con esa parte insegura o temerosa, de juzgarla y rechazarla, o de resignarnos a ser esclavos de nuestros miedos, mi propuesta es explorar nuestro mundo interior, conocerlo, entenderlo, respetarlo, y aprender a convivir y a relacionarnos con él creativamente.
Si queremos sanar nuestro corazón y ser libres, no podemos vivir permanentemente en una trinchera, necesitamos arriesgarnos, salir de nuestra zona de confort, explorar las profundidades de nuestro cuerpo emocional. A pesar de nuestros temores y resistencias, humanos y naturales, necesitamos tener atrevimiento, un alma aventurera.
No creo que si estás leyendo este libro te falte lo esencial, porque generalmente los seres más heridos están dañados precisamente por tener un alma aventurera. Un alma que les ha impulsado a salirse de la norma, a no conformarse, a no querer convertirse en una oveja buena y obediente, a no aceptar imposiciones externas ni dejarse manipular, a no permitir que nadie dirija tu vida. Y ese atrevimiento, en muchas ocasiones, te ha causado problemas, conflictos, juicios e incomprensión, y ha sido el origen y la causa de muchas de tus heridas.
Cuando hablo sobre las heridas del corazón no es algo ajeno a mí. Comparto lo que he descubierto en mi propio corazón y lo que me han mostrado muchísimos compañeros de viaje —amigos, maestros, pacientes, alumnos y desconocidos— con los que he tenido el honor de compartir el viaje interior. Y lo que nos ha ayudado a afrontar el dolor, a reparar la confianza, a sanar y transformar nuestra vida.
Antes de empezar este viaje quiero advertirte que no tengo recetas mágicas. Que, cuando nos acercamos a un corazón herido, estamos adentrándonos en un espacio muy sensible, complejo, íntimo y sagrado. Demasiado íntimo y sagrado para reducirlo a un objeto roto o defectuoso que tiene que ser reparado.
No quiero cambiarte ni arreglarte. Mucha gente bienintencionada te ha intentado cambiar y arreglar. ¿Y para que ha servido? Para que te sintieses defectuoso/a, incapaz o incompleta. Para que creyeses que eres inadecuado/a o que te falta algo y tienes que esforzarte más para ser una persona válida.
Ni siquiera quiero mejorarte, porque en lo más profundo de mi corazón sé que no necesitas ser mejor de lo que ya eres. Solamente quiero invitarte a que te conozcas profundamente y ofrecerte una comprensión y unas herramientas para que puedas abordar conscientemente las necesidades de tu corazón. Porque he descubierto que el origen de mucho sufrimiento es el desconocimiento de nuestro ser, no saber abordar adecuadamente nuestras heridas, nuestro temores, nuestra vulnerabilidad.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué hay tanto dolor y malestar dentro de nosotros? ¿Por la relación de pareja, por el ex, por los disgustos del trabajo, por el jefe, por mi madre, por mi padre, por mi hijo, por aquella persona que abusó de mi, por mis traumas, por el bullying de mi infancia, por mis adicciones, porque no tengo pareja o no me siento realizado/a profesionalmente?
Todas esas experiencias son importantes y algunas nos han marcado profundamente. Pero todas estas experiencias, tras un proceso interior, pueden ser digeridas e integradas; al igual que un alimento que hemos ingerido y nos produce unos trastornos digestivos; antes o después, recuperamos el equilibrio natural. Nuestro organismo cuerpo-mente-emociones está dotado de los mecanismos necesarios para afrontar y asimilar los contratiempos emocionales que se presentan.
Pero, cuando se trata de digestión emocional, parece que hemos perdido los recursos naturales, la capacidad de procesar el dolor emocional. Cada día tenemos más recursos de todo tipo, pero cada día hay más personas descontentas, estresadas, angustiadas, deprimidas, con graves problemas mentales-emocionales. Cada día hay más personas que necesitan ayuda psiquiátrica, farmacológica y psicológica para levantarse cada mañana.
En las sociedades modernas, cada día hay más fármacos, psicólogos, terapeutas y técnicas de todo tipo que intentan mitigar el sufrimiento humano. A pesar de todos los logros científicos, tecnológicos y sociales, del confort, de la seguridad y el bienestar alcanzado en las sociedades modernas, en el corazón del ser humano reina el temor, el desamor y la desdicha. Aunque hemos aprendido a reprimir y enmascarar el dolor emocional, nunca ha habido tanto sufrimiento.
A veces hemos de sufrir mucho, sentirnos frustrados, bloqueados o estancados, repitiendo unos patrones dolorosos, para darnos cuenta de que necesitamos parar, escucharnos, conocernos profundamente, aprender a querernos y a gestionar adecuadamente nuestro universo interior para sanar nuestro corazón y reconducir nuesta vida.
Extracto del libro: 'Sanar el corazón'.
Despertar el maestro interior
y sanar las heridas emocionales.
Ketan Raventós Klein
- Ediciones Gaia -