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Relaciones familiares tóxicas: banderas rojas, límites y aprendizajes

 

Los vínculos familiares son esenciales para la vida y para nuestro desarrollo. Cuando son una fuente de afecto, respeto y apoyo, son una bendición. Pero también hay patrones de conducta perjudiciales que provocan profundas heridas emocionales y generan dolorosas relaciones de codependencia.

A diferencia de otro tipo de relaciones, donde hay líneas rojas definidas y apoyo social, el sufrimiento provocado por el abuso y el maltrato en las relaciones familiares, a menudo se sufre en soledad. Porque en la sociedad patriarcal, el mandato «los trapos sucios se lavan en casa», unido a los sentimientos de desvalorización y culpabilidad fruto de muchos años de juicios, invasiones y menosprecio, empujan a las víctimas al silencio y la resignación. 

No estamos hablando de roces, diferencias o desencuentros que suceden en cualquier tipo de relación, sino de dinámicas tóxicas que a menudo se repiten desde la infancia hasta la edad adulta, generalmente en familias disfuncionales. Comportamientos reiterativos que hieren, sabotean y culpabilizan a uno o varios miembros de la familia, a veces durante toda la vida.


Las secuelas de crecer en una familia disfuncional
con unos progenitores emocionalmente inmaduros
 

En todas las familias hay problemas. La diferencia entre las familias funcionales y las disfuncionales reside en como se abordan (o no se abordan) los problemas que surgen. Cuando el malestar y los conflictos se cronifican, porque se tapan, se niegan, se minimizan o se justifican, estamos hablando de una familia disfuncional. Mientras que cuando los desencuentros se abordan empáticamente y los miembros se respetan y se responsabilizan para resolver los conflictos, el sistema es funcional.

Las secuelas de crecer en una familia disfuncional, generalmente con unos progenitores emocionalmente inmaduros, que no se responsabilizan de su mochila emocional y proyectan constantemente sus heridas, conflictos, frustraciones y expectativas sobre los hijos, es que estos crecen creyéndose inadecuados y no merecedores de amor, valoración y respeto. Más tarde, de adultos, cuando son señalados, rechazados o maltratados, se sienten culpables y avergonzados, porque eso es lo que vivieron y les transmitieron durante muchos años.

Si ante la descalificación, la exigencia o el menosprecio, sueles bloquearte, sentirte culpable o inadecuado/a, probablemente has crecido con unos progenitores emocionalmente inmaduros y tienes dificultad para reconocer y protegerte frente a la manipulación y el maltrato. Cuando te acusan o te reclaman te resulta difícil distinguir cual es tu responsabilidad de cual es la responsabilidad del otro/a. Porque desde muy joven, para evitar el conflicto y el dolor del desamor, aprendiste a ignorar tus necesidades, a asumir cargas y culpas que no te corresponden, a minimizar, tolerar y normalizar diferentes formas de invasión, desvalorización o maltrato.



¿Cómo distinguir entre un problema familiar ordinario
de una dinámica familiar tóxica?


Cuando la relación familiar, en lugar de ser un espacio de encuentro seguro, amoroso, amable y respetuoso –donde se comparte cariño, alegría, confianza, apoyo, visiones y anhelos diferentes–, hay violencia física, verbal o emocional, amenazas, coacciones, chantajes, manipulación, desvalorización, conductas narcisistas, posesivas, castrantes o acaparadoras, estamos frente a dinámicas relacionales tóxicas.


Banderas rojas 

❌ Cuando al expresar tus necesidades o algo que te hiere, te ignoran, te menosprecian o te ridiculizan por ser como eres.

 Cuando te juzgan, presionan o coaccionan bajo el pretexto: «lo hago por tu propio bien».

 Cuando te critican y comparan con otras personas y tú nunca estás a la altura.

 Cuando te invaden con opiniones o consejos no solicitados sobre aspectos de tu vida, «porque somos tu familia y tenemos derecho a opinar».

❌ Cuando un familiar cree que sabe mejor que tú lo que necesitas y deberías hacer y te alecciona constantemente (como si fueras un niño o una niña).

❌ Cuando utilizan el argumento «estoy muy preocupado/a por ti» para controlarte y manipularte.

❌ Cuando te menosprecian, te empequeñecen o te desvalorizan para cortarte las alas: «fracasarás, tú sin nosotros no eres nadie».

❌ Cuando te amenazan y te chantajean: «si no recapacitas y haces lo que queremos atente a las consecuencias».

❌ Cuando te tachan de egoísta o mal hijo/a porque no sigues las costumbres, los mandatos o las expectativas familiares.

❌ Cuando la relación es unilateral y egocéntrica: no hay escucha, interés genuino o empatía por la otra parte (la conversación siempre gira a cerca de sus intereses, sus problemas, sus expectativas, etc.)

❌ Cuando tus logros y cualidades son irrelevantes, porque tu talento, tu esfuerzo y las cosas buenas que hay en tu vida no tienen importancia. 

❌ Cuando tu orientación sexual, tu camino espiritual, tu profesión, tu pasión o tu creatividad es juzgada o rechazada.

❌ Cuando tu libertad, tu «no», tus límites o tu espacio personal no son respetados.

❌ Cuando te asignan el rol de «chivo expiatorio» u «oveja negra» culpable de los males de la familia.

❌ Cuando utilizan aspectos de tu intimidad o tus confesiones en contra tuya, para avergonzarte y humillarte.

❌ Cuando buscar ayuda en un psicólogo o un terapeuta es un despropósito, «porque lo único que quieren es sacarte el dinero y ponerte en contra de tu familia».

❌ Cuando se victimizan y te culpabilizan de la ira, el sufrimiento o la enfermedad de un familiar, porque no eres o no haces lo que se espera de ti.

❌ Cuando te obligan a obedecer, perdonar y querer a tu familia «porque somos tu familia y es tu deber».
 

¿Qué hacer cuando eres consciente 
de estar sufriendo dinámicas relacionales tóxicas?


Si a pesar de haber expresado tu dolor y haber pedido detener ese comportamiento hiriente el familiar persiste en su actitud, no esperes a que el otro/a cambie para asumir las riendas de tu vida, eres tú quien tiene que cambiar, con el fin legítimo de protegerte y reconducir tu vida.

Aunque seguramente te han dicho por activa y por pasiva que «no tienes razón», que «tus quejas son absurdas», o que «tú eres el problema» –y por tanto tu dolor y tus necesidades están fuera de lugar–, tienes derecho a sentir lo que sientes, a escucharte, a confiar en tu corazón, a establecer límites y protegerte.


Limites y aprendizajes

No esperes que tus límites y tus movimientos hacia una mayor libertad e independencia sean bien recibidos. Las familias disfuncionales suelen reaccionar mal cuando un miembro cuestiona un patrón relacional tóxico o se sale del guion establecido. Especialmente cuando alguien, en lugar de resignarse a ser y hacer lo que se espera de él/ella, empieza a cuestionar aquello que le ha sido impuesto, a liberarse y a vivir su vida de acuerdo a su corazón.

Los vínculos con la familia de origen, a diferencia de otros vínculos, son para toda la vida; pero no estás obligado/a a aceptarlo todo, ni a mantener el contacto o permitir ciertas dinámicas con alguien que no está dispuesto/a modificar su comportamiento para respetarte, dejar de herirte o invadirte.

Aceptar, amar y respetar a tus padres tal como son, así como a tus hermanos y a tu familia política, no significa que tengas que permitir intromisiones, desprecios, juicios, manipulaciones, chantajes o coacciones, ni ningún comportamiento que sea hiriente, no respete tu libertad, tu genuina individualidad y tus límites.
 


Priorizarte, confiar en lo que sientes,
escuchar tus necesidades, establecer límites,

aprender a quererte y respetarte


¿Cómo reconducir la situación? No hay una fórmula universal, cada persona es única y cada situación requiere una respuesta diferente. Para descubrirla tendrás que escucharte y priorizarte, confiar en lo que sientes, responsabilizarte de tus necesidades, aprender a quererte y respetarte. Darte cuenta cuando tu corazón o tu sistema nervioso te está avisando de que algo no está bien para ti y necesitas expresarlo, establecer un límite, compartir tu necesidad, alejarte, buscar ayuda, etc. Hay situaciones que pueden requerir dejar de ver a algún familiar para proteger tu bienestar emocional y sanar tus heridas, mientras que otros conflictos se pueden reconducir estableciendo límites o alejándose temporalmente del familiar conflictivo.

¿Cómo se vive la situación desde el otro lado? Si eres padre, madre, hermano/a o familia política, y aunque te cuesta admitirlo te has reconocido recreando algunas banderas rojas, tu honestidad te honra. Y me gustaría transmitirte que tienes derecho a haberte equivocado, porque la mayoría de las dinámicas relacionales tóxicas son consecuencia de heridas, traumas y patrones familiares que se transmiten inconscientemente de generación en generación. Detrás de alguien que genera dinámicas relacionales tóxicas siempre hay una persona herida.
 

Detrás de alguien que genera dinámicas relacionales
tóxicas siempre hay una persona herida


Pero, justificarte para no responsabilizarte y modificar tu forma hiriente de relacionarte, queriendo tener la razón y el control sobre personas de tu familia, juzgándolas, desvalorizándolas, manipulándolas, culpabilizándolas o castigándolas de alguna manera cuando no son o no hacen lo que tu quieres, solamente añadirá más conflicto, dolor y desamor a tu propia vida.

Tanto si eres generador/a de dinámicas relacionales tóxicas, como si las estás sufriendo, tomar consciencia de la desconfianza, el temor y el desamor que hay en tu vida, así como de las dinámicas dolorosas que se repiten en tus relaciones, es el primer paso para responsabilizarte, escucharte, establecer límites sanos e iniciar un proceso de introspección, revisión y sanación para crear una forma más consciente y amorosa de relacionarte contigo mismo/a y con los demás.


Ketan Raventós Klein


* Lecturas recomendadas para apoyar el proceso de sanación y adquirir comprensión y recursos para mejorar las relaciones familiares:

‘Sanar el corazón’, Ketan Raventós Klein (Ediciones Gaia).

‘Sin dramas’,  Nedra Glover Tawwab (Editorial Diana).

 

 

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