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Bypass Espiritual:
las dolorosas secuelas del autoengaño “espiritual”


El término 'Bypass Espiritual' lo creó el psicólogo John Welwood en los años ochenta para nombrar y describir un fenómeno que ha existido siempre: utilizar creencias, ideales, conceptos o prácticas espirituales para autoengañarnos, negando, racionalizando, minimizando o reprimiendo nuestros verdaderos sentimientos, las heridas, las experiencias traumáticas, los temores o las necesidades de de nuestro corazón. Algunos autores han descrito este comportamiento como el lado oscuro —inconsciente— de la espiritualidad, porque, en lugar de ayudarnos a conocer y aceptar nuestra naturaleza, creamos una coraza mental-espiritual para rechazar, ignorar o anestesiar nuestra humanidad. 

Recientemente leía las memorias de una querida tía mía que acababa de fallecer. Una mujer profundamente religiosa, que contaba cómo había vivido la muerte de su madre —mi abuela paterna— cuando era una niña. Mi abuela falleció después de dar a luz a mi padre, dejando viudo a mi abuelo y huérfano de madre a mi padre y a sus hermanos. Una circunstancia profundamente dolorosa para toda la familia, especialmente para mi querido padre, que creció sin el cariño y el apoyo de su madre.

Contaba mi tía en sus memorias que, tras la muerte de su madre, un familiar reunió a los siete hermanos y declaró solemnemente: «Vuestra madre ha muerto; tenéis que estar felices porque ahora ella está en el cielo cuidando de todos vosotros».  Escribía mi tía en sus memorias que este mandato familiar, cuando era todavía una niña, le marcó profundamente, porque le impidió expresar su dolor, llorar la muerte de su madre, desahogarse y buscar consuelo ante una pérdida tan importante para ella. Su deber, como buena cristiana, era «estar contenta porque su madre estaba en el cielo». 

Hoy día, difícilmente alguien podría abordar un hecho tan doloroso de una forma tan inhumana. Sin embargo, cada día trato con personas con un anhelo espiritual sincero que, consciente o inconscientemente, reprimen sus sentimientos y necesidades, porque no encajan en su ideal espiritual. No se permiten sentir y validar la verdad de su corazón. Se juzgan y se culpabilizan porque sienten cosas supuestamente inapropiadas, deseos o experiencias dolorosas que «deberían haber trascendido o superado». Niegan sus inseguridades, su dolor, sus deseos o su resentimiento, para tratar de estar a la altura de un ideal espiritual.

También veo muy a menudo el mismo patrón en personas volcadas en su desarrollo personal, hombres y mujeres que quieren conocerse, responsabilizarse y empoderarse, pero que, sin darse cuenta, para «tratar de dar la talla, perdonar, superar algo, fluir o ser positivos», se engañan y reprimen o enmascaran aspectos esenciales de su naturaleza. 

En mi experiencia, cuando queremos superar un trauma, evadir un conflicto o eliminar una imperfección para ajustarnos a un ideal, en lugar de abrazar nuestra humanidad y abordar con el corazón abierto lo que necesitamos vivir para crecer y sanar el corazón, lo reprimimos o lo enmascaramos y nuestro crecimiento se detiene. Vivimos disociados, partidos por una brecha que separa lo que queremos ser —el ideal— de la realidad que experimenta nuestro cuerpo emocional.

No quisiera transmitir la idea de que la espiritualidad, el misticismo o la religiosidad son instrumentos para la evasión, porque no lo son —aunque a veces se distorsionan y se utilizan como una máscara, una coraza o un analgésico—. La esencia de todas las enseñanzas espirituales auténticas es una invitación a conocernos, a abrir el corazón, a explorar nuestra naturaleza esencial, a vivir conscientemente y responsabilizarnos. Es nuestra falta de comprensión, el miedo a enfrentarnos a lo desconocido, el deseo de esquivar el dolor y manipular nuestros sentimientos, lo que provoca la confusión.

La espiritualidad no es un instrumento para reprimir o disociarnos de nuestra humanidad, no consiste en adoptar una ideología o unas prácticas para anestesiar el dolor, enmascarar nuestra sombra o decorar la personalidad. Ningún ideal, por muy noble o espiritual que pueda ser, por el hecho de adoptarlo puede eliminar las heridas y las necesidades de tu corazón. Solamente siendo honestos, abriéndonos a nuestro cuerpo emocional, permitiéndonos sentir y validar nuestra vulnerabilidad, aceptando humildemente nuestra frágil e imperfecta humanidad, crecemos, sanamos y nos transformamos. 


Extracto del libro: 'Sanar el corazón'.
Despertar el maestro interior 
y sanar las heridas emocionales.

Ketan Raventós Klein
- Ediciones Gaia -
 

 

 

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