El anhelo del corazón
A menudo confundimos el deseo con el anhelo, pero son dos fenómenos diferentes. Los deseos son innumerables y muchos de ellos imposibles de satisfacer. La naturaleza del deseo es inagotable. Es como el apetito, después de comer nos quedamos a gusto un rato, pero antes o después vuelve a surgir. Y así será hasta el final de nuestros días.
El deseo es algo natural. No se trata de negarlo o reprimirlo, porque, cuando hacemos eso, generamos un problema. ¿Qué sucede cuando reprimes un deseo? Que te obsesionas con el asunto. Y obsesionarse con algo siempre es problemático.
En lugar de fiscalizar tus deseos, que son naturales y tienen derecho a existir, es más sano convivir amigablemente con ellos y reconocer que hay algo más profundo que ellos, algo que no es tan efímero y cambiante, un anhelo profundo que ha estado siempre dentro de ti. A ese latido lo llamo el anhelo del corazón.
¿Cuál es el anhelo profundo de tu corazón, aquello que estás buscando desde que naciste? En mi experiencia, los seres humanos anhelamos básicamente dos cosas: amor y libertad. En todo lo que hacemos, de una u otra forma, nos impulsa este anhelo. Tanto si el motor de nuestra vida es conseguir dinero, seguridad, bienes materiales, fama, sexo o poder, como si renunciamos a la vida mundana o a formar una familia para adentrarnos en un camino espiritual y ayudar a los demás, ¿qué estamos buscando realmente?
En los primeros años de vida, nuestra búsqueda de amor y libertad se proyecta hacia fuera: buscamos conexión, protección, aceptación, apoyo, amor incondicional, y al mismo tiempo queremos experimentar, explorar el mundo que nos rodea, descubrirnos, expresar nuestra energía y nuestra verdad. Necesitamos encontrar un sentido a nuestra existencia, elegir nuestro camino, liberarnos de las expectativas y los modelos impuestos por la sociedad.
Buscamos el amor a través de la intimidad con uno mismo, con el otro, con la naturaleza, con el misterio al que algunos llaman Dios. Mientras, el anhelo de libertad nos impulsa a explorar la vida a través del despliegue de nuestra genuina individualidad y creatividad.
Con el paso del tiempo, a medida que vamos siendo conscientes de nuestro malestar interno, de la ansiedad, los temores, las heridas, los conflictos y el vacío que nos acompaña, en algunas personas surge un tercer anhelo: paz interior. Una búsqueda que nos impulsa a conocernos profundamente, a "des-cubrirnos", a aprender a meditar y emprender un viaje de sanación.
En Oriente a la paz interior la llaman Silencio, No-Mente. Pero no es lo que generalmente en Occidente entendemos por silencio —la ausencia de ruido—, es la quietud, la serenidad y la claridad de un corazón y una mente en paz; la LIBERTAD —con mayúsculas— de una vida libre de ansiedad, del sufrimiento y la confusión que genera la mente egoica.
Extracto del libro: 'Sanar el corazón'.
Despertar el maestro interior
y sanar las heridas emocionales.
Ketan Raventós Klein
- Ediciones Gaia -